Droga e Hipocresía. El caso Moria Casán, Cocaína, y Paraguay.

DROGAS E HIPOCRESÍA.
El caso Moria Casán, Cocaína, y Paraguay.

Por Juan Carlos Mansilla
Publicado en diario La Voz del Interior el 30/12/2015
http://www.lavoz.com.ar/opinion/drogas-e-hipocresia 

¿Hipocresía de época? En Paraguay, el país sudamericano que más produce y provee marihuana, con ocho mil hectáreas plantadas y una producción que rondaría las 60 mil toneladas anuales de la hierba ilegal, a Moria Casán (foto) se le dictó prisión preventiva por llevar en su billetera 1,6 gramos de cocaína. Lo segundo fue noticia. Lo primero, no.
Si bien es cierto que la legislación 
del país vecino permite la tenencia, sin consecuencias legales, de hasta dos gramos de cocaína, al sujeto que se le encuentra debe presentar al juez un escrito que comienza diciendo: “Que vengo por el presente escrito a solicitar se me declare ‘toxicómano’, de conformidad al artículo 28 de la ley 1.340/88...” , luego de un procedimiento legal, médico y bioquímico.
El juez podrá someterlo a una in­terna ción para su rehabilitación. Pero si no logra el diagnóstico de “adicto”, quedará expuesto a ser considerado un criminal con una pena de entre 5 y 15 años de prisión.
Como se ve, los 1,6 gramos de cocaína de Moria Casán la colocaron ante dos indeseables alternativas: es una criminal o una enferma. A lo mejor, de esas opciones, le cabe una, pero ¿qué pasa si no es así?
El caso pone blanco sobre negro la emboscada del trato médico-legal a los con­sumidores en la actualidad. Porque, en realidad, la mayoría de los usuarios de marihuana, cocaína y otras drogas no están enfermos ni son criminales.
Estigmatización
Algunos estudios estiman que el 10% de los que experimentan con marihuana desarrollarán una adicción. El número sube al 30% en el caso de la cocaína. ¿Es decir que se puede consumir drogas sin ser un “toxicómano”? La respuesta es sí, aunque ello implica un alto riesgo.
Sin embargo, cualquier tipo de consumidor en el lugar de Moria buscaría a toda costa ser declarado “enfermo toxicómano” (aunque no lo sea), sólo para liberarse del trato que la Justicia da a los criminales.
La salida que le queda, en caso de que sólo sea consumidora ocasional, es la de ocultarlo y estigmatizarse con la marca pública de “drogadicta”.
Criminal o enfermo es, en realidad, un falso dilema lógico, una falacia del tercero excluido, no sólo para la legislación paraguaya sino también para un tipo de opinión pública construida sobre la base de información equivocada, fundada en prejuicios culturales y no en evidencia científica.
Dividir el mundo entre “no-consumidores” y “drogadictos” nos hace tragar varios sapos. Ayuda a sostener una mirada hipócrita sobre la diversidad de los consumos de drogas, y a rotular de manera negativa a los consumidores, convirtiéndolos en población oculta.
Aquí, los grises son lo que importa. ¿Qué vamos a hacer como sociedad 
con la mayoría de los usuarios de drogas que no desarrollaron adicción? ¿Los vamos a perseguir con la Justicia? ¿O los vamos a obligar a reconocerse enfermos mentales?

Hay una tercera alternativa, que pasa hoy por el llamado ­enfoque de salud pública, por el cual a la valiosa prevención y a la necesaria asistencia se añaden las estrategias de reducción de daños, a través de las cuales se acompaña a los usuarios de drogas que no pretenden dejarlas, con información y presencia institucional a fin de que puedan minimizar los daños del consumo para sí y para terceros, a asumir los riesgos de sus prácticas y, en el mejor de los casos, a problematizarlas, sin obligarlos a ponerse los rótulos ni de enfermo ni de criminal. Eso hace sentir salvador a quien rotula, pero aleja al rotulado de cualquier propuesta de ayuda genuina.
Hay demasiada hipocresía en nuestra sociedad en torno del consumo de drogas, que sólo ayuda a que el problema avance oculto bajo la alfombra.

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